perro de la familia era lobo

Posted on diciembre 17, 2012 por

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[Ontario, Canadá] [Tras morir la mascota de la familia, descubrieron que en realidad era un lobo].

[Joel Boyce] Amamos y confiamos en nuestros compañeros caninos. Podemos no dejarlos solos con un bocadillo, pero viven en nuestras casas, duermen (con o sin permiso) en nuestras camas e incluso cuidan a nuestros hijos. No es difícil argumentar que compartimos con los perros el vínculo más fuerte que se conozca entre especies no relacionadas. Sin embargo, es una tenue línea biológica la que separa al mejor amigo del hombre del lobo salvaje, un antiguo símbolo de temor. Por eso me fascinó encontrar la historia de una familia de Ontario que tuvo que sacrificar a la mascota que había vivido con ellos durante muchos años, sólo para descubrir que se trataba de un lobo puro.
El “perro” fue bautizado como Buck, lo que, digamos de paso, es el nombre del perro en ‘La llamada de lo salvaje’ [Call of the Wild; El llamado de la selva], de Jack London, que dejó a sus amos humanos para unirse a una manada de lobos en Alaska. London también escribió ‘Colmillo blanco’ [White Fang], la historia complementaria sobre un perro lobo salvaje que dejó la vida silvestre para disfrutar de la compañía humana. Estos acontecimientos me hicieron recordar de inmediato estas novelas.
El incidente de la mascota lobo plantea numerosas preguntas. Jurídicas, como ¿qué hubiera pasado si se hubiese descubierto la verdadera identidad del animal cuando estaba todavía vivo? Y prácticas: ¿de dónde provenía el lobo y quién lo identificó como un mestizo de pastor alemán con perro esquimal? Pero mi propio interés apunta a preguntas fundamentales sobre la identidad y el parentesco de estos primos hermanos. ¿Cómo puede una familia mantener en su seno a un lobo durante años sin sospechar nunca de que era diferente a los otros perros?
Sí, sí, lo sé, los perros son lobos, los lobos son perros. La primera declaración es verdad para la definición más específica del perro doméstico, considerado actualmente (por la mayoría) como una subespecie del ancestral Canis lupus. La última es verdad para la definición más amplia del perro que se aplica a todos los miembros de la familia de cánidos, la que incluye a los lobos, los coyotes y los zorros.
Pero la definición operacional de una especie, aunque menos arbitraria que la de cualquier otra clasificación, es sin embargo demasiado amplia. Dos individuos son considerados miembros de la misma especie si poseen un pool genético compartido, lo que quiere decir que pueden producir juntos una descendencia viable. Sin embargo, no se trata simplemente de que se corresponda el número de cromosomas o de que el óvulo acepte un espermatozoide en una placa de Petri. En circunstancias normales, algunas poblaciones genéticamente similares no se aparearán nunca, aunque biológicamente puedan hacerlo, a veces simplemente por razones conductuales: pasos equivocados en la danza de apareamiento, o un tono diferente en sus cantos. Los perros lobos, en particular entre lobos salvajes y perros esquimales en el Norte, ocurren regularmente. Pero en líneas generales, las poblaciones de lobos salvajes y perros domésticos permanecen separadas.
De modo que lobos y perros son muy similares, excepto cuando no lo son. A veces se puede domar a los lobos, pero domarlos no es lo mismo que domesticarlos. La domesticación es un cambio en las frecuencias de genes que ocurren en animales con una inclinación genética a mostrarse dóciles con humanos. Organizaciones de rescate de la fauna silvestre que trabajan con lobos podrán decirle que un lobezno es curioso y amistoso y afectuoso, en nada diferente a un cachorro de Yorkshire terrier, San Bernardo o Labrador. La diferencia es que cuando alcanzan la madurez sexual los lobos salvajes se tornan mucho más volubles, agresivos y desconfiados con los humanos, mientras que los perros domésticos siguen siendo fiables y leales durante toda la vida.
A mediados del siglo veinte, un científico ruso, Dmitri Belyaev, llevó a cabo experimentos en la reproducción de zorros plateados. De manera similar a los lobos, los zorrillos eran curiosos y amistosos, pero cambiaban cuando se hacían mayores. Sin embargo, Belyaev y su equipo pudieron seleccionar a los individuos más valientes y tranquilos hasta que, al cabo de algunas generaciones, los zorros se estaban comportando y viéndose de manera muy similar a los perros domésticos, incluyendo orejas gachas.
Sabemos que algo parecido ocurrió con los lobos hace cerca de diez mil años. Pero el giro terriblemente romántico de la historia es que nuestros ancestros prehistóricos no controlaban tan completamente la crianza de sus nuevos amigos como para producir rasgos deseables. El proceso lo empezaron los lobos mismos. Los individuos con la distancia de huida más corta y el interés más grande en nuestras sobras alimenticias nos siguieron, permanecieron en nuestro entorno y se convirtieron en los primeros perros. Autoseleccionados como los más fiables (según normas lobunas), sus hijos se convirtieron a su vez en los más fiables y cariñosos, hasta hoy que son símbolos de amor y confianza, la antítesis de la descripción general de sus primos silvestres.
Aunque la biología evolutiva nos dice que las especies se pueden separar y transformar en respuesta a nuevos entornos, también nos dice que más a menudo lo que cambia es la mera frecuencia de diferentes alelos prexistentes en la población. Todas las variedades genéticas, desde las tendencias más agresivas hasta las más leales, ya existen en la población.
Así que creo que este lobo en particular, según todas las versiones un adorado miembro de la familia, es simplemente otro individuo de su especie que decidió firmar de nuevo ese antiguo pacto: quiéreme, confía en mí y seré tu amigo y protector más leal. Y lo era, sin que importe que haya emergido de un pool genético vecino ni que careciera de los beneficios de diez milenios de reproducción selectiva.
Cánidos y homínidos, simplemente seguimos perdiendo la cabeza unos y otros. Yo diría que es simplemente un pelín milagroso.
17 de diciembre de 2012
14 de diciembre de 2012
©care2
cc traducción c. lísperguer